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Un libro para leer y enriquecer la conciencia ecológica. #ecología


Entrevista al Autor

¿Qué le ha llevado a zambullirse en la ecología?
La sensibilidad por querer escuchar y comprender los mensajes que nos está enviando nuestra casa, el planeta Tierra. Por mucho que lo asfaltemos con sistemas sociales y económicos, este ente vivo sigue estando ahí, ofreciéndonos lo que necesitamos para sobrevivir y disfrutar de esta maravillosa experiencia de aprendizaje y evolución a la que llamamos “vida”. Tras muchos siglos de ignorar, manipular e incluso violar el medio ambiente, éste parece estar reclamando a las empresas y a la sociedad que lo tengamos en cuenta cada vez que tomemos decisiones relacionadas con la producción y el consumo.

Usted afirma que “los cambios suelen producirse cuando ya no queda otro remedio”
Y en este caso, más que nunca, pues nuestra percepción como seres humanos no está diseñada para procesar la destrucción del planeta, lo que dificulta la movilización para el cambio. En general, seguimos sin saber el verdadero impacto ecológico de los productos que consumimos. Debido a esta ignorancia y la inconsciencia de no querer aprender, la mayoría somos víctimas y verdugos de la paulatina degradación del medio ambiente. Aquí no hay culpables. Sólo responsables. Basta con que nos miremos al espejo. La solución pasa por desarrollar nuestra inteligencia ecológica.

¿En qué consiste?
La inteligencia ecológica es la capacidad de vivir tratando de dañar lo menos posible a la naturaleza. Consiste en comprender qué consecuencias tienen sobre el medio ambiente las decisiones que tomamos en nuestro día a día e intentar, en la medida de lo posible, elegir las más beneficiosas para la salud del planeta. La paradoja reside en que cuanto más coherentes somos con su bienestar, más invertimos en el nuestro.

¿A qué se refiere?
Si nos fijamos, lo que la sociedad considera normal está muy lejos de ser natural. Basta con entrar en un supermercado para comprobarlo. Nuestra comida no procede del huerto, sino del laboratorio. Y aunque nos cueste reconocerlo, no somos hijos de la tecnología, sino de la naturaleza. Así, desarrollar nuestra inteligencia ecológica no es más que tomar decisiones que nos permitan recuperar el contacto con lo que verdaderamente somos, lo que mejora nuestra salud física y emocional.

¿Se refiere al consumo consciente?
Exacto. Donde ponemos nuestro dinero, ponemos nuestra energía. Y con ésta se crea el mundo. Si nadie compra un determinado producto o servicio, desaparece del mercado. El consumo consciente parte de la responsabilidad personal (compro lo que necesito y no lo que la publicidad me hace desear) y de la consciencia ecológica (me informo de si lo que compro se fabrica respetando el medio ambiente).

¿Y qué hay de las empresas que los producen y venden?
Cuanto más se despierte esta consciencia en la sociedad, más rápidamente deberán cambiar y evolucionar para adaptarse y sobrevivir económicamente. La revolución está en manos de los consumidores. De ahí que lo mejor que podemos hacer es apoyar el CONSUMO ECOLÓGICO en toda la gama de productos y servicios que ofrece en la actualidad. Las corporaciones empresariales no se preocupan hasta que lo hacen los consumidores.

También dice que por el camino va a surgir la “transparencia radical”
Es el puente que nos permitirá evolucionar hacia el consumo consciente. Cuando la sociedad sepa qué impacto ecológico tiene cada producto que consume, empezará a poder consumir por valores, dejando de hacerlo por impulsos. Así, la transparencia radical nos permitirá advertir las consecuencias de las cosas que fabricamos, vendemos, compramos y descartamos, un conocimiento que va mucho más allá de la zona de comodidad habitual en la que está apalancada la inmensa mayoría de empresas.

Así que el futuro pinta verde…
¡Sin duda! La revelación ecológica nos abre un horizonte económico hasta ahora inédito que consiste en implantar una regulación que aporte transparencia al mercado y nos permita conocer el impacto oculto de nuestras compras. De ese modo, los consumidores tendremos una detallada información sobre el impacto de nuestras decisiones, muy parecida a la que emplean los analistas de mercado para ponderar los beneficios y las pérdidas de las empresas. En un máximo de 20 años, las empresas que apuesten por la sostenibilidad se verán recompensadas, mientras que las que se resistan al cambio tenderán a desaparecer.

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